Despedida con densidad

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CRITICA MANUEL PEDREGOSA 22/06/2014  diariocordoba.com

Orquesta de Córdoba

Solista: Pau Rodríguez (oboe)

Director: Lorenzo Ramos

Programa: Obras de Richard Strauss


El concierto de cierre de la temporada de abono de la Orquesta de Córdoba tuvo el acierto de saciar el hambre de orquesta sinfónica que se ha fraguado a lo largo de una temporada en la que la erosión continua de la formación musical ha sido tan preocupante como inexorable: sumando a los profesores de nuestra orquesta los alumnos del Conservatorio Rafael Orozco, los miembros de la Orquesta Joven de Andalucía y los de la Camerata Capricho Español, el público abonado pudo experimentar --en la segunda parte del concierto por primera y única vez en esta temporada-- el sonido de una gran orquesta sinfónica.

El autor homenajeado lo requería así: tres obras de Richard Strauss componían el programa del concierto monográfico que celebraba el 150 aniversario del nacimiento del muniqués, una para pequeña orquesta y dos grandes poemas sinfónicos que cerraron el ciclo. El concierto para oboe y pequeña orquesta abrió la noche contando con la excelente actuación del solista de la Orquesta de Córdoba Pau Rodríguez, un concierto que, con sus brevísimos temas y frases encadenadas en secciones diferentes y sus pasajes casi camerísticos presenta una endiablada exigencia para la formación orquestal --que en ocasiones pasó por algunas dificultades para lograr el difícil empaste-- y, que sin ser un hito musical en sí mismo, tuvo momentos especialmente bellos en los solos del oboe --con una técnica sobrada y un excelente fraseo-- y los diálogos de éste con la orquesta del Andante.

Tras el descanso, dos monumentales poemas que se apoyan de forma obsesiva en los contrastes emotivos esperaban al público: Don Juan y Muerte y Transfiguración son similares en estructura, pero tengo la sensación de que los motivos inspiradores siempre han jugado a favor del primero: un arquetipo --don Juan-- oculta una pulsión críptica con la que no puede competir una escena --la agonía de un ser humano--, por dramática que ésta sea. Don Juan arrancó soberbio y rápido, arrolló con su ímpetu a tirios y troyanos en pos de un insaciable (e imposible) anhelo y encontró sus necesarios remansos en unos tempi ajustados que la Orquesta de Córdoba siguió con precisión. Pero para quien firma esta crítica, la sorpresa del concierto fue Muerte y Transfiguración ; en esta ocasión me pareció superior a Don Juan : el control de la enorme densidad con la que la orquesta casi nos aplastaba, los tempi que sugerían tanto la intensidad y brutalidad de los embates de la muerte como la melancolía de los recuerdos del moribundo --reproduciendo los tiempos de la agonía-- y el espectacular cromatismo desplegado constituyeron un final de temporada que será difícil de repetir. ¡Qué gran hallazgo la orquesta sinfónica! 

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