Tomás Pérez: "Estudié con Lucas Conejero porque era el profesor adecuado de clarinete"

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CARLOS J. CASADÓ el periodico de aquí

Casadó mantiene una conversación con el clarinetista Tomás Pérez en la que repasa su vida, tanto personal como artística


En esta conversación con José Antonio Tomás Pérez, Clarinete Solista de la Orquesta Nacional de España (ONE) durante 30 años y Chairperson para la International Clarinet Associaton (ICA) desde 1981 a 2006, podremos acercarnos a la personalidad de un honrado e impecable profesional que ahora dice adiós. Resulta interesante conocer cómo se condujo día a día en un oficio que, aunque a la vista de muchos es sinónimo de felicidad, también esconde altas dosis de desencanto y sufrimiento, provocadas por la exigencia inherente a la profesión y por la confluencia en ella de egos de muy diversa naturaleza.


Un reportaje de Carlos J. Casadó

 

P.- Usted ha sido solista de la ONE durante 30 años. Ante esto, uno se pregunta si no estará ya cansado de directores, ensayos, conciertos... ¿tiene usted ganas de jubilarse?

R.- Pues mire, hasta hace un año aproximadamente no había pensado en el tema. No obstante, ahora veo que es algo inevitable y dado que tengo aficiones pendientes de atender, pues hasta me estoy ilusionando con el tiempo del que voy a disponer para ellas. Por ejemplo, quiero ir a una academia a perfeccionar mi afición al dibujo; también tengo predilección por los trenes, pues recibo información mensual sobre ellos y me gustaría montar una gran maqueta en casa; y por supuesto, pasear con mi perrita Shira.


P.- Remontándonos a su adolescencia y juventud o incluso a su primera etapa como adulto si es el caso, sería interesante conocer cuáles fueron las claves que le llevaron a decantarse por este tipo concreto de trabajo, el de ser miembro de una orquesta. Por ejemplo, ¿recuerda cuándo fue la primera vez que escuchó una orquesta sinfónica en directo?

R.- Nací en 1945 en un pueblo de la provincia de Valencia llamado Casinos, de unos 2800 habitantes. Esta población –como la mayoría de las de la Comunidad Valenciana- tenía una sociedad musical que se mantenía gracias a una subvención del ayuntamiento y a las cuotas de sus socios. Desde niño pues tuve la oportunidad de escuchar música en directo y muy pronto ingresé en la academia de esta banda de música. A los siete años tuve mi primer clarinete entre las manos, siendo mi hermano –también clarinetista (Valencia 1936)- y el director de la banda mis primeros maestros. A los 10 años hice mi primera audición en público, tras la cual me concedieron un diploma que todavía conservo. Y sí, recuerdo que la primera vez que escuché una orquesta fue en un ensayo de la Orquesta Municipal de Valencia.


P.- ¿Cómo recibía usted el sonido de una orquesta en un entorno –la sociedad valenciana- donde lo más inmediato era el sonido de una banda de música?

R.- Me gustó el sonido de la orquesta, aunque lo encontré muy extraño, dado que, es verdad, estaba acostumbrado a escuchar el sonido de una banda, mucho más potente.


P.- ¿Pensó si quiera por un momento en que su empleo podría ser pertenecer a una orquesta?

R.- En aquél momento no. Primero tenía que formarme como clarinetista y después ya veríamos. Pero siempre pensaba en una banda, la orquesta era algo que me resultaba lejano, aquellos señores tan serios de negro, el frac, la pajarita, ¡uf!…no tenían nada que ver conmigo, jajaja…


P.- Usted fue alumno del célebre clarinetista español Lucas Conejero, solista de la Orquesta Municipal (ahora Sinfónica) de Valencia y profesor del Conservatorio de dicha ciudad. En ella y sus alrededores, hacia los años 60 existían agrupaciones musicales de relevancia, sobre todo la Banda Municipal de Valencia. En esta emblemática formación había excelentes clarinetistas, ¿recuerda a alguno de ellos?

R.- Existían y existen excelentes bandas de música. Yo mismo formé parte durante bastantes años de la Banda Primitiva de la localidad de Liria, población con dos bandas sinfónicas importantísimas. Fue en ese entorno donde empecé a tener contacto con el repertorio sinfónico, ya que interpretábamos obras magníficamente transcritas para banda, como Los Planetas de Holst, las Danzas de Galanta o la Suite de Harry Janos de Kodaly, Daphnis y Chloe de Ravel. Incluso actué como solista en alguna ocasión. Y en cuanto a si recuerdo a algún clarinetista de la Banda Municipal de Valencia, ¡claro!, me acuerdo de todos, ya que mi hermano también era miembro de la misma e iba con él a los ensayos.


P.- ¿Por qué escogió a Lucas Conejero como profesor? ¿Había algún otro profesor en esos años? ¿Veía en él algo especial que le hacía diferente al resto de los profesionales del momento?

R.- Cuando mi familia pensó que había llegado el momento de que me dedicase de lleno al estudio del clarinete, decidieron que Lucas Conejero era el profesor indicado, ya que era el solista de la Orquesta Municipal y el profesor del Conservatorio Superior. Pero además se daba una circunstancia que lo hacía especial y es que durante la Guerra Civil Española, la Banda Municipal de Madrid (BMM) fue trasladada a Valencia dado que en Madrid estaba la línea de fuego. Y azares del destino, el solista de esa agrupación que era el célebre Julián Menéndez, vivió en casa de Lucas Conejero, el cual aprovechó tal periodo para recibir clases y consejos de aquél excelente clarinetista.


P.- En sus clases, ¿le hablaba de lo que era su trabajo –directores, ensayos, solistas, conciertos- en la orquesta?

R.- Apenas comentaba nada de su trabajo. Las clases se limitaban a la preparación técnica como clarinetista exclusivamente, a base de estudios, obras, ejercicios de repentización y transposición, ya que como no utilizábamos el clarinete en La, había que practicar ese tipo de transporte, al igual que el transporte de las partes de clarinete en do. Hacia el año 1973 mi compañero en la orquesta, Vicente Peñarrocha (Liria 1933- Madrid 2007) y yo, aprovechando que tocábamos en la Quincena Musical Donostiarra, compramos cada uno un clarinete en La (¡un Buffet full-system!) en la famosa tienda de San Sebastián, Casa Erviti.


P.- Pedagógicamente, el estudio del repertorio orquestal es algo que –sobre todo en las universidades americanas- está a la orden del día. Realmente se trata de una especialidad, para la cual se cuenta con profesores expertos en la materia, además de ensembles y orquestas para su práctica. En este sentido, usted disponía de un profesor inmerso en el mundo sinfónico. ¿Trataban estos contenidos en clase? ¿Tuvo ocasión de practicarlos en algún conjunto sinfónico?

R.- Desafortunadamente, no teníamos ninguna formación en ese sentido. Desde nuestra concepción actual de la educación y la formación musical puede resultar algo impensable, pero en aquellos tiempos era algo normal, nadie pensaba en esos temas…


P.- Las audiciones para conseguir trabajo en una orquesta requieren un profundo conocimiento del repertorio orquestal. Dado el bagaje que tiene tras años de haberlo tocado en la orquesta, ¿podría señalar algunos aspectos claves en el estudio de esta materia?

R.- Lo más interesante es poder escuchar los pasajes que tienes que trabajar, pero en mi época de estudiante el material del que disponíamos para ello era muy limitado. Ahora existen libros que recopilan los extractos orquestales más importantes, así como acceso a grabaciones de todos ellos.


P.- “En unas audiciones, todo te abandona, menos tu preparación”. Esta máxima del profesor Yehuda Gilad (Universidad del Sur de California) trata de poner en relieve la importancia de preparar con precisión el contenido de este tipo de pruebas en pro de la solvencia al realizarlas. Pero también contiene una realidad, el hecho de que puede desaparecer tu autocontrol y ser sustituido por la inseguridad y pensamientos negativos. Prueba de este hecho, hay numerosos libros y estudios dedicados a ayudar a los músicos envueltos en esa dinámica. ¿Cómo se manejaba usted con todo ello?

R.- Estoy completamente de acuerdo con Yehuda Gilad. En las audiciones que he realizado he procurado prepararme al máximo y aunque siempre aparecen los nervios, los he podido controlar gracias a una buena preparación.


P.- ¿Qué recuerda de su audición a la ONE?

R.- La audición a la ONE la realicé en 1971. Éramos tres candidatos y tuvimos que interpretar el Concierto de Mozart, la Primera Rapsodia de Debussy, pasajes de orquesta y también el clarinete bajo, pues la vacante que había era de Clarinete/Clarinete Bajo. El director titular Rafael Frühbeck de Burgos me eligió para desempeñar el trabajo.


P.- ¿Tenía usted alguna experiencia orquestal previa a su incorporación a la ONE?

R.- Para contestar esta pregunta me he de remontar al año 1967, en el cual hice una audición para la Banda Municipal de Palma de Mallorca y conseguí el trabajo. En esta ciudad tuve mi primer contacto como miembro de una orquesta, ya que empecé a colaborar con la Orquesta de Palma, que en aquel momento era muy pequeña. Al año siguiente, 1968, realicé audiciones a la BMM y de nuevo volví a ganar el trabajo, formando parte de la misma hasta 1971. Una vez en Madrid tuve ocasión de colaborar con la recién creada Orquesta de Radio Televisión Española y con la Sinfónica de Madrid –donde coincidí con Antonio Menéndez, hermano de Julián Menéndez-. Pero mi primer concierto con la ONE fue antes de incorporarme a ella. Recuerdo que fue un programa en el que hicimos la música completa del ballet El Pájaro de Fuego, de Stravinski. En esta versión, dirigida por Erich Leinsdorf (Viena, 1912- Zúrich 1993) toqué de Clarinete III doblando al Requinto.


P.- Cuando se incorporó a la orquesta, ¿lo hizo de clarinete segundo o directamente como solista?

R.- Al llegar a la orquesta, también se necesitaba un clarinete solista. Frühbeck de Burgos, el director, me dijo que yo debía ocupar esa silla. Mi primer concierto en esa silla fue con El Amor Brujo, de Manuel de Falla en el Festival Internacional de Granada.


P.- ¿Qué cualidades, valores, puede apuntarnos que deba poseer un solista y un segundo clarinete?

R.- En primer lugar ambos deben tener buena sonoridad, una buena afinación y una buena técnica. Luego deben mostrar buen gusto al tocar y cierta experiencia en la orquesta. Y muy importante, humildad en el trabajo. Creo que un solista debe ser un leader de la sección, debiendo ocuparse del buen funcionamiento y disciplina en los ensayos. También debe tratar de que cuando se incorpore alguien nuevo a la sección, se integre lo antes posible a la misma. Pero todo ello debe hacerlo con humildad, ya que el trabajo en una orquesta es de equipo, coordinado por el director. En cuanto a las cualidades de un segundo clarinete, éste debe ser muy flexible, escuchar muchísimo a la orquesta (también el primero debe hacer esto, claro) y estar muy pendiente del primer clarinete en cuanto a afinación, ritmo, dinámicas, articulación y fraseo.


P.- ¿Cómo fue su aclimatación al trabajo en la ONE? ¿Le costó? ¿Quiénes tuvo como compañeros? ¿Se sintió bien recibido por ellos? ¿Sentía que tenía mucho que aprender?

R.- Mi aclimatación a la orquesta fue fácil, ya que fui recibido por mis compañeros con mucha alegría. El solista era Vicente Peñarrocha y el segundo clarinete Leocadio Parras, que había sido mi profesor en el Real Conservatorio Superior de Música de Madrid (RCSMM). Como era natural, al principio me costó un poco ajustarme al ritmo de la orquesta, pues cada semana había un programa diferente. No obstante, hubo muy buena voluntad por todas partes y no tuve ningún problema. Además, en la BMM, de donde yo procedía, el ambiente de trabajo era difícil, se cobraba poco y la gente andaba de muy mal humor. Luego para mí, llegar a la orquesta fue un bálsamo. Además, pasé de último clarinete de la BMM a clarinete solista de la ONE.


P.- ¿Tuvo que tocar en alguna ocasión los instrumentos de la familia?

R.- Tan sólo en mi última etapa cuando mis compañeros me lo han pedido he tocado el clarinete bajo y el requinto. Y también el corno di bassetto, instrumento que utilicé en el Cuarteto de Clarinetes Manuel de Falla, del que fui miembro fundador.


P.- Tras de más de 40 años de experiencia, habrá visto muchas maneras de tocar el clarinete e interpretar la música. El vibrato, la cantidad de instrumentos, boquillas, cañas, abrazaderas, barriletes que han aparecido en el mercado y que condicionan el sonido, las tendencias historicistas con sus criterios a la hora de interpretar… ¿Ha tenido que adaptarse a las modas o ha conseguido encontrar su propia voz?

R.- Sí que he tenido adaptarme a las diferentes modas que he visto pasar, pero siempre respetando mi criterio. En Valencia he sido profesor de clarinete durante 25 años en un curso de verano y he visto de todo. Creo que ante los cambios uno debe tener cierto control y no estar zozobrando como he podido comprobar en numerosos casos.


P.- ¿Qué nos puede decir de la relación del músico con el director? ¿Cuál ha sido su dinámica con ellos?

R.- Creo que los directores tienen una idea clara sobre lo que quieren conseguir, de modo que mi intención en la orquesta siempre ha sido colaborar con ellos. He tenido la suerte de trabajar con Z. Mehta, R. Mutti. Mario Rossi y sobre todo S. Celebidache, quien estuvo muy vinculado a la ONE y dejó una huella imborrable en muchos de nosotros. Sin embargo, mi experiencia en la BMM fue muy desagradable, ya que la relación del conjunto con el director estaba rota, con discusiones diarias en cada ensayo.


P.- Usted está felizmente casado con Marta y juntos educaron a sus dos hijos. Si bien actualmente se habla a menudo de la aspiración de esta sociedad a conciliar vida laboral y familiar, ¿podría contarnos cómo conseguía mantener su grado de preparación sin desatender su dinámica de esposo y padre? ¿Puede compartir con nosotros algún momento en el cual realmente pudo verse vulnerable en ese sentido?

R.- Realmente en esta profesión es difícil conciliar vida familiar y laboral. Hay momentos de muchísimo stress, pero con buena voluntad se van salvando muchos de estos episodios. En mi caso ha habido mucha comprensión por parte de mi esposa Marta. Ella trabaja en el ámbito de la sanidad y también tiene una profesión compleja. Tanto ella como yo nos hemos entendido muy bien. Efectivamente, no todo es fácil.


P.- Bien es sabido entre los profesionales de una orquesta, que gran parte del stress generado en el trabajo proviene más del propio entorno laboral -de los compañeros-, que del público. ¿Puede decirnos si en alguna ocasión percibió esto de esta manera?

R.- Puede que alguna vez, pero no le he dado mayor importancia.


P.- Al igual que en otras profesiones, el músico no siempre realiza su trabajo con la misma disposición. Hay momentos en que uno anda ocupado en cuestiones diversas y su concentración puede verse afectada. Necesariamente, el profesional debe “distanciarse” emocionalmente de la partitura en aras del control de la misma y en beneficio del público, que es en quien se debe suscitar esa emoción. Esto es algo claro entre los profesionales pero quizá no tanto entre el público. Recuerdo la anécdota de un trompista que, emocionado en el final de La Boheme, no pudo tocar con solvencia las notas de los acordes finales de la representación. Se juró a sí mismo mantener esa distancia emocional con la partitura, ya que el no guardarla le impidió realizar bien su trabajo. Ello requiere mentalización y práctica, pero se logra. Lo que no es tan fácil –y aquí es donde quería llegar- es distanciarse emocionalmente de sí mismo, y de ahí mi pregunta: ¿cómo puede una persona con sus cavilaciones diversas llegar a un escenario, sentarse en su silla de la orquesta y olvidarse de sus cuitas?

R.- Hay veces que los problemas cotidianos se tienen muy presentes antes de un concierto, es un hecho. Pero es muy importante dejarlos de lado y concentrarse en lo que vamos a tocar. Aunque durante el concierto pueda venirte alguna idea ajena al mismo, si -como dije antes-, te has preparado bien, te encontrarás seguro a la hora de interpretar.


P.- Por supuesto que un músico no es una máquina y dado el gran número de conciertos que realiza una orquesta en su temporada, puede suceder que en alguno que otro no rinda en su grado más alto o tenga alguna intervención poco afortunada. ¿Le ha ocurrido esto alguna vez?

R.- Algunas veces no nos salen las cosas como nos gustaría y seguro que he tenido momentos en los que no he estado bien, pero no recuerdo ninguno en especial.


P.- Cada músico que pasa por ello reacciona de forma muy personal. Pero en lo que casi siempre coincidimos es en que esa noche, por mucho que tus compañeros te animen, la situación la tienes que pasar tú y la verdad, no sueles dormir y lo que necesitas es recuperar la autoestima en una próxima ocasión. Lo que ocurre es que cuando llega esa próxima ocasión, te asalta todo tipo de dudas…los compañeros “están al acecho”, el pasaje se acerca, las pulsaciones aumentan y de nuevo estás “solo ante el peligro”… ¿Cómo ha reaccionado usted ante alguna intervención desafortunada –si la ha tenido, claro-? ¿Ha recibido ayuda de sus compañeros? ¿Lo ha pasado mal?

R.- Cuando me ha ocurrido eso no he podido evitar sentirme mal, por supuesto. Pero también estoy seguro de haber recibido el apoyo de mis compañeros. Pero efectivamente, hasta que no tienes otra intervención, esta vez adecuada, no olvidas la anterior.


P.- En EEUU sobre todo, muchos músicos profesionales que trabajan en orquesta, se plantean y de hecho llevan a cabo, audiciones a otras orquestas. A veces buscan un cambio en su vida personal, tratan de alcanzar una orquesta de más calidad o simplemente, les apetece tocar en otro sitio. A lo largo de todos estos años en la ONE, ¿ha tenido usted ideas de este tipo?

R.- Cuando Barenboim estaba de director en la Orquesta de París, se convocaron audiciones para clarinete. Me interesé y escribí para saber algo al respecto. En pocos días recibí la información, que todavía conservo. Pero mis hijos eran pequeños y decidí no ir.

 

P.- A lo largo de tantos años en la ONE, usted ha sido partícipe de la intrahistoria de la misma. Este colectivo, dada su compleja naturaleza (jurídica, laboral y profesional), requiere que los propios músicos se impliquen en una labor más allá de su cometido técnico. Reivindicaciones, huelgas, negociaciones, nombramientos o ceses de directores, de solistas…es la parte menos agradable de la profesión, pero ahí está y es necesario atenderla con dignidad. ¿Cómo vivió usted todo ello? ¿Qué le queda a uno de todo eso?

R.- La ONE es la orquesta del estado español, pero también la del gobierno que hay en cada momento. Permíteme esta puntualización porque no es baladí. Desde que se instauró la democracia en España en 1977 hay elecciones cada cuatro años para formar el gobierno de turno. Eso implica que cada ministro escoja sus colaboradores y eso conlleva que la ONE no tenga una hoja de ruta que se prolongue más allá de esos cuatro años, cuando no menos. Recientemente, el que hasta hace poco era el director del INAEM, no ha estado en el cargo ni siquiera tres años. En estas circunstancias, se han ocasionado momentos de muchísima tensión en la institución a lo largo de su historia.


P.- La ONE inevitablemente pues, está muy ligada a la administración del Estado. ¿Cómo valora usted este marco? ¿Necesitaría encontrar otro modelo que se ajuste a su dinámica de otra forma?

R.- El modelo debería mejorar. En la actualidad hay funcionarios, laborales fijos y dependiendo de la plantilla de las obras, se contrata además a otros músicos. Siendo Director General el compositor Tomás Marco, consideró que la ONE debía constituirse en un cuerpo especial, de modo que adquiriese más autonomía y un funcionamiento más flexible. Pero hubo cambios en el ministerio y la persona que ocupó su cargo pensó que este asunto no era prioritario y nunca se retomó ese tema.


P.- Ahora que parece que la solución a los males de España son las recetas neoliberales, ¿considera usted que la estabilidad que su contrato le daba en su puesto de trabajo pudo repercutir en algún momento en un menor rendimiento profesional?

R.- Ello me dio seguridad, por tanto me favoreció en el desempeño de mi trabajo. En mi caso no ha sido motivo de relajación y he procurado siempre ser honrado conmigo mismo y con la orquesta, pues era mi segunda familia.


P.- ¿Cómo percibe el reconocimiento social del músico de orquesta? ¿Ha cambiado a lo largo de toda su carrera?

R.- Actualmente en España hay muchas más orquestas y ello ha contribuido a generar nuevos hábitos en la sociedad, con lo cual, se valora más nuestro trabajo. Pero en mi caso, tengo un reconocimiento especial en mi villa natal, Casinos. Allí procuro colaborar con la banda donde di mis primeras notas cada vez que puedo y ellos lo agradecen. En mayo de 2014 participamos en un concurso de bandas en Valencia, donde conseguimos el 2º premio, aunque creo que merecimos el 1º, ja ja ja…


P.- ¿En algún momento pensó en estos años en dejar la orquesta para dedicarse a otras áreas dentro de la música, como la enseñanza, la dirección de orquesta, la composición…?

R.- Hace unos años hubo una vacante de profesor de clarinete en el RCSMM y pensé que podría compaginar ese trabajo con la ONE. Envié mi solicitud –también la enviaron mi compañero Enrique Pérez y Máximo Muñoz, el solista de la ORTVE-, pero no hubo que realizar ninguna prueba práctica, tan solo eligieron en base al currículum, con lo cual, Máximo, que era el más mayor y quien más méritos poseía fue quien resultó elegido.


P.- Ya casi terminando, recuerdo la película de Gerardo Vera, “Una mujer bajo la lluvia” en la que en una tarde de otoño en Madrid, dos desconocidos se ofrecen para llevar a una dama en coche hasta su casa. Ella decide aceptar la cortesía de uno de ellos y la película transcurre con las consecuencias de esa decisión. Pero en un momento dado, la acción se detiene y el director nos sitúa de nuevo en esa lluviosa tarde en la que ella, en esta ocasión, decide aceptar la amabilidad del otro caballero. El director nos ofrece con este juego la posibilidad de contemplar qué ha sido de ella en la vida real y fantasea con lo que hubiese sido al tomar una decisión diferente. ¿Le ha ocurrido algo así alguna vez, es decir, ha tenido curiosidad por saber qué hubiese sido de su vida en otra profesión?

R.- Procedo de un pueblo agrícola, y mi padre me preguntó en su momento si quería dedicarme a la agricultura o a la música. En mi familia había varios músicos y le contesté que a la música. Cada vez que voy al pueblo y hablo con mis amigos agricultores pienso que tomé la decisión correcta.

 

P.- Y finalmente, ¿cuál es el mejor recuerdo, el que más valora, de su paso por la orquesta?

R.- Resulta difícil ser escueto en esto, pues son tantas las cosas que he vivido que no podría quedarme con el recuerdo de una nada más. La relación que he tenido con mis colegas clarinetistas es algo que ocupará mi corazón siempre, pues ha sido especial; también con otros compañeros de la orquesta, por supuesto. Pero sobre todo, me quedo con el recuerdo de haber hecho música durante tantos años.

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